Fai uns días publicouse no diario El Pais esta nova que reproducimos aquí íntegramente. Embaixo pomos un enlace. Comentarvos que en Ximará vimos aplicando esta técnica xa fai tempo por iniciativa propia e resultanos gratificante comprobar que non estamos sós.
EL PAIS
“Un tratamiento no farmacológico se abre paso en España para estimular a pacientes con demencia y dolencias similares
María Sosa Troya
Madrid 10 JUN 2019 – 00:21 CEST

A Vicente Pérez se le ilumina el rostro
al verlo. Estira los brazos para alcanzar el muñeco que le ofrecen. “¡Qué
bonito eres!”, le dice sonriendo. Este hombre alto y corpulento, que un
día fue albañil, tiene hoy 90 años y padece alzhéimer. Cuentan en la
residencia en la que vive desde hace casi dos años que ya interacciona poco con
el entorno y que sus hijos se emocionan al escucharlo cantar nanas a quien cree
que es un bebé. Él, que cuando era joven no fue muy niñero, ahora da besos a lo
que puede parecer un juguete, pero en este caso es parte de una terapia. Lo
ayuda a reducir la agitación, a mantener la atención, a pasar de ser cuidado a
convertirse por un rato en cuidador.
Vicente recibió el diagnóstico hace 12
años. Desde entonces se le han ido borrando recuerdos, caras, nombres. En 2017 llegó a Los Llanos Vital, una
residencia privada en Alpedrete (Madrid). Este enero pusieron
en práctica una terapia no farmacológica consistente en tratar a los pacientes
con muñecos. Los reciben por espacios cortos de tiempo, supervisados por la
terapeuta ocupacional. Todo el centro está entrenado, desde auxiliares al
personal de cocina. Saben cómo entregarlos y cómo retirarlos, tienen que
tratarlos como si fueran bebés: la decena de internos que participan en la
actividad piensa que lo son.

“En 2018 pasó una etapa muy
alterado”, recuerda Elvira, una de los siete hijos de Vicente. “Ahora
está más calmado. Y los días de más desgana y aislamiento, en cuanto lo ve no
para de sonreírle y hablarle. La memoria emocional es la última que
pierden”, añade. Esta familia autorizó la terapia sin dudar. “Todo lo
que le ayude nos parece bien”, prosigue. Tanto, que el día del padre le
regalaron un muñeco que le dan solo con autorización del personal.
Un estudio piloto
Esta terapia se abre paso en España,
donde entre 800.000 y 1.200.000 personas sufren alzhéimer y otras demencias.
“Cada vez más residencias nos consultan”, apunta Maribel González,
directora del Centro de Referencia Estatal de Atención
a Personas con Alzhéimer y otras Demencias, que depende del
Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso). En esta institución
pública, ubicada en Salamanca, están realizando un proyecto piloto para probar su
evidencia científica. Allí aplican terapias no farmacológicas desde que abrió
sus puertas, en 2008, siempre de forma complementaria a los medicamentos.
Vicente Pérez sonríe a una de las
muñecas. Lleva casi dos años viviendo en esta residencia. La terapeuta
ocupacional, Ana Sanz, explica que sus hijos se emocionan al verlo cantar nanas
a quien él cree que es un bebé. Carlos
Rosillo
Ya llevan unos años trabajando con muñecos con
algunos de los 75 residentes y han observado sus beneficios. Además de la
mejora de las relaciones personales, perciben la reducción de síntomas como la
apatía, la agitación o la deambulación. También sirve para motivarles a
realizar actividades como dar un paseo o dormir. “Queremos probarlo
científicamente, aislando la terapia. Hay investigaciones que demuestran sus
efectos positivos, ninguna aquí. Una de las más importantes, en Reino Unido,
probó que mejoraban la comunicación y aumentaban la actividad”, explica
González. “La terapia tiene más implantación en los países anglosajones.
En los ochenta ya se usaba en Estados Unidos y Australia”, indica.
“Cuando tengamos conclusiones, publicaremos una guía para profesionales y
familias. Estamos en la fase inicial, hemos estudiado la bibliografía y tenemos
que terminar de perfilar la hipótesis y la metodología”, apunta. Fuentes de
la Confederación Española de Alzhéimer, que agrupa a más de
300 asociaciones de familiares, recalcan que las terapias deben sustentarse en
un estudio y estar dirigidas por expertos.
El centro de referencia
estatal está realizando un estudio piloto que mejora la comunicación de los
pacientes y se reduce la agitación
En el centro de referencia ven
insuficientes los protocolos sobre terapias no farmacológicas y creen necesario
establecer pautas conjuntas con el Ministerio de Sanidad. Nuria Carcavilla,
psicóloga experta en demencias que imparte cursos sobre esta técnica, coincide.
“Hay pautas generales a nivel internacional”, afirma. “Aunque
debe aplicarse individualmente a cada paciente”, continúa. “Se basa
en la teoría del apego”, prosigue. Las personas con demencia encuentran
referentes perdidos, como la relación con sus padres o hijos, en los muñecos.
“Introducimos una herramienta cultural asociada a los niños, pero no es un
juego”, señala. “El desconocimiento conlleva prejuicios”.
En Los Llanos Vital, la residencia de
Vicente, hay familiares que no autorizan la
terapia. “Piensan que los infantiliza. Otros nos han dicho que solo nos dan
permiso si dejamos claro que no es un bebé, sino un muñeco. Pero no funciona
así”, sostiene Esther García, directora de esta residencia, donde una
plaza cuesta entre 1.800 y 2.150 euros mensuales, más IVA.
Respetar su percepción
“No especificamos si es un muñeco o
un bebé, decimos ‘mira quién ha venido’ y respetamos su percepción. No lo
hacemos por entretener, sino por el vínculo que se crea, no solo con los
muñecos, sino con el resto de residentes”, cuenta Ana Sanz, terapeuta
ocupacional de la residencia. Allí viven 93 personas y unas 30 van al centro de
día. Aproximadamente la mitad padece alguna demencia. La terapia se aplica
sobre todo en una fase moderada avanzada, cuando hay mayor deterioro cognitivo
que en la etapa inicial.
En la sala donde trabaja Sanz descansan
estos bebés de plástico. Visten ropa de verano, dada la época del año. Los
muñecos deben tener apariencia de niños, pero no pueden ser hiperrealistas,
pesarían demasiado. Deben tener el cuerpo blando. No pueden emitir sonidos. Lo
ideal es que midan de 35 a 55 centímetros, en función de las necesidades del
paciente y lo avanzado de su enfermedad (a mayor deterioro, normalmente, menor
tamaño).
En el cuarto, sobre
varias estanterías, hay mantas, pañales de juguete, incluso una sillita. Hay
ropa doblada y varias prendas colgadas con pinzas. “Los residentes los
visten, los lavan”, cuenta Sanz. “En algunos casos, como el de
Vicente, nos sirve para que coman, aunque nunca como chantaje. Les pedimos que
nos ayuden”, continúa. “En otros casos son un aliciente para bañarse
o dormir”, sigue Sanz, que acompaña cada ejemplo con un caso concreto.
Como el de Esther Alonso, que tiene 89
años y padece alzhéimer. Llegó a la
residencia en 2017. Ella, que fue funcionaria en la Seguridad Social, ha creado
un fuerte vínculo con los muñecos. “Deambula mucho. La vemos de un lado a
otro, nerviosa. Al darle uno se calma”, cuenta la directora.
Al poco, esta anciana de ojos expresivos entra en acción. Le ofrecen visitar la sala. Se alegra. “Me voy con alguno de los niños”, exclama al verlos. Pide permiso y elige uno. “Yo sí lo quiero”, dice, mientras levanta al aire a uno de los bebés, haciéndole carantoñas. Habla de la casa de su padre.
“Su discurso no es coherente, pero en este instante conecta con el entorno. Se preocupa por los muñecos”, explica la terapeuta. “El momento de la retirada es importante. Hay que saber hacerlo. Que confíen en que se quedan bien”, añade. Una auxiliar sujeta al muñeco en brazos mientras lo mece. Convence a Esther de que ella lo cuidará un rato. “¿Sí? ¿Segura?”, pregunta. La trabajadora asiente. Solo entonces, aunque emocionada, se queda conforme. El bebé está en buenas manos.”